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Huevos a la flamenca

 

Huevos a la flamenca

 

Un par de huevos convertido en plato principal. Contundente y apetitoso. Son muchas las variantes que se dan de este delicioso plato, prácticamente receta diferente por cada hogar, pero podemos afirmar que como mínimo consta de una base de tomate, algo de verdura (normalmente guisantes) y huevos. Algunas personas ponen jamón, otras ponen chorizo o panceta, butifarra, patatera, etc.

 

Ingredientes

(Para 4 personas)

  • 8 huevos
  • 2 patatas grandes
  • 400 ml de salsa de tomate
  • 250 g de chorizo curado
  • 4 lonchas gruesas de jamón serrano
  • 3 dientes de ajo
  • 1 puerro
  • 1 vaso de guisantes congelados
  • 1 pimiento asado
  • Aceite
  • Sal
  • Pimienta

 

Elaboración

Cuece los guisantes en agua hirviendo con sal durante 15 minutos. Escúrrelos y refréscalos rápidamente con agua fría. Escurre de nuevo y reserva.

Pela las patatas y córtalas en daditos; limpia el puerro. Córtalo por la mitad, a lo largo, y después en rodajas. Vierte abundante aceite en la sartén, añade los ajos sin pelar y calienta. Agregar las patatas y el puerro y fríelos a fuego medio hasta que estén tiernos.

Cuela las patatas para eliminar el exceso de aceite y colócalas de nuevo en la sartén. Sálalas y añade los guisantes, el chorizo cortado en rodajas y el jamón en dados. Saltea durante 6-8 minutos.

Incorpora el pimiento cortado en tiras y espolvorea con una pizca de pimienta. Reparte la preparación en 4 cazuelas refractarias. Añade la salsa de tomate y mezcla.

Casca dos huevos encima de cada una de las cazuelas. Sala los huevos e introduce las cazuelas en el horno, precalentado a 180 ⁰C con calor arriba y abajo. Hornea hasta la clara se torne blanca pero la yema aún esté líquida.

Sirve inmediatamente con un buen trozo de pan para untar.

 

Sugerencia

El tomate frito es mejor que sea casero. Si no fuese así, comprar tomate frito comercial de calidad y de los denominados «casero».

 

Comentario

Camilo José Cela en su libro Primer viaje andaluz: notas de un vagabundaje por Jaén, Córdoba, Sevilla, Huelva y sus tierras (1959), decía de los huevos a la flamenca:

«En el plato de barro se rehoga, con manteca de cerdo gruñidor, la cebolla y el jamón —jabugueño o treveleño, que tanto monta— cortado como Dios manda: a la andaluza, en gruesos dados y jamás en lonchas, ni aún hechas con cuchillo, que le capan el gusto y le derraman el campesino y saludable olor. Cuando empieza a pintarse se añade el tomate y, cuando el tomate se calma, se le obsequia con tantas cucharadas (de cucharilla, no de cuchara) como comensales, de judías verdes cortadas en pedacitos y de guisantes que, como las judías y los espárragos —que ahora salen— estarán ya cocidos.

»Se ponen unas patatas fritas y unos pimientos morrones de lata, todo en trocitos, unas puntas de espárragos, unas rajas de chorizo a las que el vagabundo recomendaría no quitar la piel —que no le ahuyenta las substancias y, en cambio, lo guarda entero y redondo—, otra cucharada de aceite, la sal y menos de lo que se piensa de pimienta. Así ya todo preparado, debe dejarse cocer durante el tiempo de rezar en voz alta —en voz baja no vale, que se va más deprisa— el credo, el Yo pecador y el Señor mío Jesucristo; si la cocinera a fuer de devota, tiene propensión a rezar al trote, deberá sumar a lo ya dicho, un padrenuestro, un avemaría y un gloriapatri.

»Si la cocinera tiene a mano un reloj y lo sabe leer, basta con que deje pasar cinco minutos más bien largos. Al cabo de este tiempo se pone todo en un plato huevero que esté caliente y, sobre el paisaje que muestra, se cascan los huevos. Se riegan con las misma salsa, se les sopla un poco de perejil picado y se terminan en el horno hasta que la vista dice que ya están. Una vez en suerte de ser sacados a la mesa, se adornan con trozos de jamón y rodajas de chorizo —los ambos ornamentos fritos— que se separan entre sí con retales de pimiento morrón. La cocinera deberá darse prisa en el adorno porque éste es plato que ha de comerse recién nacido».